Rito de la imposición del hábito

 

Caro celebrante, segue o texto integralmente em espanhol sobre o rito da imposição do hábito dos Arautos do Evangelho. Em caso de correções no mesmo gentileza entrar em contato com o superior geral da Ordem ou com o liturgo.

RITO DE LA IMPOSICIÓN DEL HABITO

Después de la homilía comienza el Rito de Imposición del hábito.
Los ermitaños que recibirán el hábito se ponen de pie, y el celebrante hace la siguiente oración.

Pres.: Estos ermitaños deben revestirse de la armadura de Dios para que puedan resistir en los días malos, y mantenerse firmes en el cumplimiento de su misión. Por Cristo Señor nuestro.
As.: Amén.

Pres.: Recuerden que el hábito no hace al monje, sino el monje es quien lo reviste. El hábito ayuda al monje a recordar su mentalidad y su carisma, y principalmente el cumplimiento de su misión.

Los ermitaños son llamados (responden: presente) y se colocan de frente al Celebrante.

Pres.: Oremos. Oh Dios eterno y todopoderoso, reviste a este pobre siervo y esclavo, por amor a María Santísima, con tu armadura celestial. Por Cristo Nuestro Señor.
Al terminar, el pueblo aclama:
As.: Amén.

Los ermitaños, vueltos hacia el Presidente de la celebración, se preparan:

CP: Hermanos y hermanas, estos nuestros hermanos, deseando consagrarse más plenamente al servicio de Dios y de la Iglesia, reciben ahora el hábito de los Heraldos del Evangelio, signo visible de su entrega y misión. Totalmente bajo la protección de Nuestra Señora, concédenos la certeza de la salvación eterna, y que estén siempre dispuestos para evangelizar.

Las Botas

Pres.: Recibe estas botas, recordándote la llamada a ser misionero incansable, pronto para llevar el Evangelio a todos los lugares, con valentía y determinación.

La Túnica

Pres.: Recibe esta túnica, símbolo de la pureza bautismal y del desprendimiento del espíritu mundano. Sea para ti signo exterior de la nueva vida en Cristo y del propósito firme de seguirlo con fidelidad. Que, revestido de esta vestidura, tu corazón se revista también de las virtudes que convienen a un verdadero Heraldo del Evangelio.

El Escapulario con la cruz de Santiago Apóstol y la Capucha

Pres.: Recibe este escapulario, signo de tu consagración y del manto protector de María Santísima. En él brilla la Cruz de los Heraldos: el rojo expresa el amor y el sacrificio; el blanco, la pureza; el dorado, la vocación a la santidad; y sus extremos en flor de lis proclaman tu pertenencia a la Virgen María.
Junto a él, la capucha, signo de recogimiento y vida interior, te recuerda la búsqueda constante de la unión con Dios en el silencio y en la oración. No mires hacia atrás, renuncia a este hombre viejo y a la vida pasada que abandonaste completamente, y así revestido del hombre nuevo, a imagen de Dios en santidad y justicia.

La Cadena

Pres.: Recibe esta cadena, signo de tu consagración a Jesús por María. Así como la cadena es fuerte e irrompible, que tu fidelidad al Señor sea constante e inquebrantable. Que ella te recuerde tu entrega total al servicio del Reino de Dios.

El Santo Rosario

Pres.: Recibe este rosario, que es el compás de tu vida espiritual. Que, al meditar los misterios de la vida de Cristo, tu alma sea transformada por la oración constante. Que, en unión con María, sepas acoger la Palabra de Dios y difundirla con alegría. El Rosario es la oración de los fuertes. Proclamen la Gloria de Dios por medio de María.


Pres.: Oremos. Oh Dios de bondad, que llamas a tu seguimiento a aquellos que deseas hacer signo de tu amor en el mundo, dígnate mirar con misericordia a estos hijos tuyos que hoy aspiran a revestirse del hábito consagrado. Purifica sus corazones, fortalece sus intenciones y hazlos dignos de servirte con humildad y fervor. Que este rito sea para ellos un hito de renovación interior y de total entrega a tu santa voluntad.
Por Cristo, Nuestro Señor.
Al terminar, el pueblo aclama:
As.: Amén.

Se canta la invocación al Espíritu Santo (Veni Creator), con los ermitaños postrados y con la capucha puesta, de frente al altar.

Para estar de rodillas

Después del cántico, los ermitaños se quitan la capucha y el celebrante hace la siguiente oración:

Pres.: Oh Dios, fuente de toda luz y origen de toda vocación, que llamaste a estos hijos tuyos a recorrer un camino más perfecto de dedicación a tu servicio, infúndeles, por tu Espíritu, firmeza en el propósito, fidelidad en los compromisos y generosidad en la entrega. Que, revestidos del hábito, sean también interiormente transformados, para que irradien, con su propia vida, la presencia de Cristo y de la Virgen María en el mundo.
Por Cristo, Nuestro Señor.
Al terminar, el pueblo aclama:
As.: Amén.

Comienza la marcha Salve Aurora para el abrazo y saludo de los nuevos ermitaños.
Los ermitaños regresan a sus lugares, y se prosigue con el rito de la Santa Misa.



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